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El egoísmo de un mundo enfermo


Desde la más tierna infancia hemos sido educados en una sociedad maniqueista, en la que todo ha de estar siempre polarizado en una u otra dirección. La lucha entre el bien y el mal está representada por dos formas irreconciliables de ver el mundo que no hacen más que convertir la vida en una guerra constante que parece no tener fin. Dos extremos que parecen no llegar nunca al entendimiento. Ahora no debemos sorprendernos cuando vemos que se intenta poner nombre y apellidos a los culpables de la pandemia que asola el planeta, al fin y al cabo es lo que siempre nos han enseñado. En realidad, lo más prudente sería hacer un examen exhaustivo de los hechos, buscando los diversos factores que influyen en su rápida expansión y sopesando las causas que nos han llevado a encontrarnos en este punto. Pero estamos viendo que es mucho más sencillo echar la culpa a otro que entonar el "mea culpa" y reconocer que todos hemos puesto nuestro granito de arena para llegar al punto en que nos encontramos ahora. Llevamos años viendo cómo nuestra sociedad envejece sin remedio, alcanzando una de las medias de edad más altas del mundo. Este es un factor de gran importancia cuando hablamos de una enfermedad que se ceba con las personas de edad más avanzada. Pero la verdad es que hemos preferido invertir en nuestro entretenimiento y comodidad antes que hacerlo en medidas para fomentar e incentivar la natalidad. Otro factor a tener en cuenta es la sanidad y la educación. Desde hace muchos años se degradan sin remedio con la inestimable colaboración de un sistema que ha dado más valor a lo superfluo que a lo indispensable, en aras de un capitalismo caníbal que nunca llegará a satisfacer sus ansias de poder, gestionadas a través del lucro indecente e inhumano. Somos nosotros los que hemos decidido que es preferible tener hijos futbolistas antes que médicos, no lo olvidemos. ¿Acaso alguno ha soñado con tener un hijo cirujano o investigador? Seguro que muy pocos. ¿Pero cuántos han soñado con tener un hijo famoso, que se dedica a dar golpes a una pelota con una raqueta o a salir en televisión por cualquier otro motivo? Creo que no me equivoco si digo que casi todos. Hemos dado prioridad a nuestro lucro personal y egoísta para olvidarnos de la sociedad como conjunto, y eso nos ha llevado hasta aquí. Por no hablar de cómo el sano ejercicio del entendimiento ha sido sustituido por la más cruel y despiadada guerra de guerrillas dialéctica, en la que la búsqueda del rédito personal se ha convertido en la bandera más miserable de una ideología sin ideas ni argumentos que solo busca aumentar sus beneficios. Sí, ya lo sé, es redundar en la misma idea. Al final volvemos al lucro personal, que escala peldaño a peldaño para ponerse por encima de los demás. La unión es la que hace la fuerza, no el individualismo. Pero hay muchos otros factores que se suman a los ya expuestos. La movilidad geográfica hace que los virus se expandan como la pólvora por un mundo en constante movimiento. Los intereses económicos hacen que los productos de primera necesidad se vuelvan un lujo. La necesidad de mantener a flote nuestro sistema capitalista lucha contra las normas de confinamiento que debemos imponer. El "yo necesito hacer esto", "yo debo ir a tal sitio" o "es que si otro puede hacer eso, ¿por qué no puedo hacer yo lo otro?, se han convertido en mantras que escuchamos cada día con más fuerza. Estos son solo algunos ejemplos de las muchas otras causas que, en conjunto, nos han llevado hasta aquí. Al final todo acaba confluyendo en un mismo punto: el "yo" por encima del "nosotros". Y ahí es donde unos ejercen su poder para seguir siendo los amos del cotarro, mientras otros siguen muriendo para mantenerlos en su posición de poder.

Efrén Villaverde.

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